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Izapa, una ciudad hecha de barro, es restaurada por el INAH


03 / 03 / 2020

  • A través de un proyecto se estudia el corazón de su arquitectura, elaborada con arcillas, un reto para la conservación en un ambiente fluvial y con cercanía a un volcán


Muy cerca del imponente volcán Tacaná, el cual se eleva a 4,080 metros sobre el nivel del mar, en los límites de Chiapas con el Departamento de San Marcos, Guatemala, tuvo su desarrollo un asentamiento prehispánico hecho de barro a la orilla de un río.


Desde inicios del siglo XX llamó la atención por sus majestuosas esculturas: más de 30 monumentos de piedra esculpidos con escenas míticas que no se estudiaban desde la década de 1960. Actualmente, la Secretaría de Cultura de México del Gobierno de México, a través de Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), lleva a cabo el Proyecto de Investigación y Conservación de Izapa (PICI), mediante el cual se pretende devolver el esplendor a estos monumentos y al sitio donde se hallan, considerado uno de los más importantes en la región del Soconusco.


El arqueólogo Alejandro Uriarte Torres, responsable del PICI, explica que los trabajos de restauración en este sitio arqueológico han permitido redescubrir el corazón de su arquitectura y atender problemáticas causadas en las edificaciones por la cercanía con el Tacaná, así como en los monumentos pétreos que se han visto afectados por el crecimiento de líquenes y hongos, con elevada actividad reproductiva por el clima húmedo que prevalece todo el año.


El corpus escultórico de Izapa es de 270 piezas, consistentes, principalmente, en conjuntos de estela-altar; entre 30 y 40 de ellos están labrados con bajorrelieves que describen escenas míticas, asociadas al ejercicio del poder por parte de antiguos gobernantes; estas piezas dieron origen al llamado “estilo Izapa”, el cual, se descubrió primero en dicho sitio, y hoy está identificado en otros asentamientos prehispánicos de Chiapas y Guatemala.


Algunas de las piezas descubiertas en Izapa se exhiben en el Museo Nacional de Antropología, en la Ciudad de México, y en el Museo del Soconusco, en Tapachula, otras permanecen expuestas en su lugar de origen; estas últimas, a pesar de estar protegidas con techumbres han presentado algunos deterioros ocasionados por el intemperismo.


Las afectaciones consisten en exfoliaciones e invasión de líquenes y hongos que crecen en grandes cantidades a causa del mismo entorno, explica el arqueólogo.


Sismicidad y hongos


A través del PICI, especialistas del INAH, coordinados por Uriarte Torres, abordan las problemáticas de conservación de los conjuntos de estela-altar desde dos vertientes: llevan a cabo el registro fotogramétrico con la finalidad de tener información detallada de su iconografía, así como para contar con la documentación completa de los mismos, previendo futuros deterioros, y realizan un diagnóstico de conservación en todos los monumentos escultóricos.


El estudio fotogramétrico es realizado con la participación de la arqueóloga Marisela González, de la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos del INAH.


El segundo, es el estudio de los microorganismos que crecen en las obras pétreas, con el objetivo de determinar cuál es la forma más adecuada de combatirlos sin afectarlas; estos estudios están en proceso por el biólogo Alejandro Medina, de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC).


En tanto, los edificios presentan deterioros ocasionados por el paso del tiempo, pues hace más de 50 años se restauró el sitio. “En 2015, cuando comenzó el PICI, encontramos derrumbes ocasionados por la alta sismicidad propia de la cercanía al volcán, así como desplazamientos, muros fracturados; de ahí surgió el interés de crear un proyecto de investigación y conservación de participación multidisciplinaria”, detalla Uriarte Torres.


En cuatro años de trabajos del PICI, además de restaurar y restituir la estabilidad y volumen de los edificios, “hemos podido observar cómo fueron evolucionando.


Identificamos sus etapas constructivas, las características de sus sistemas de edificación, los materiales empleados, y está pendiente el estudio de los bancos de dónde obtenían los materiales”. Los estudios sobre la arquitectura de Izapa están siendo desarrollados con la colaboración de la arqueóloga Ivonne Pérez Alcántara, del Centro INAH-San Luis Potosí.


Recuperación de técnicas originales


Uriarte Torres explica que todas las construcciones de Izapa están hechas a base de arcillas, es decir, de barro, bien compactado para permitir una gran resistencia y dar forma a los edificios; posteriormente, los muros fueron cubiertos con grandes cantos rodados sin trabajar —de 50 a 60 cm de diámetro—, los cuales obtenían de los ríos.


Estas rocas se anclaron dentro de los núcleos de arcilla y, finalmente, se hacían enjarrados de barro y los pisos, también con arcilla compactada. Por lo anterior ha sido un reto su restauración, principalmente devolverles la estabilidad respetando las técnicas constructivas originales.


En las intervenciones, refiere, hacía falta entender cómo funcionaba la arquitectura para poder hacer restauraciones fidedignas, pero también duraderas. “La problemática de las edificaciones nos llevó a estudiar su arquitectura: la forma cómo se construyeron, cómo se ensamblaron los cantos rodados, cómo lograron que quedaran bien anclados. Entonces aprendimos hacer argamasas a base arcillas, piso a base de barro y a enfrentar la alta precipitación pluvial, tan característica del Soconusco.


“También aprendimos a valorar la arquitectura de tierra en Mesoamérica, que es mucho más común de lo que pensamos, porque hay gran cantidad de sitios como Izapa, donde solo los muros son de piedra, pero todo el interior, de barro. Esto es algo que tenemos que estudiar más a profundidad porque generalmente tenemos la idea de que todas las construcciones mesoamericanas son de piedra”.


Actualmente el PICI se encuentra en la primera fase de conservación y ya se inicia la etapa de investigación para entender todo el desarrollo del periodo Clásico, que va de 250 d.C. a 1200 d.C.


Otro interés del proyecto, explica el arqueólogo, ha sido retomar la investigación para conocer los desarrollos más tardíos del sitio; Izapa fue abandonado, durante el Posclásico Temprano.


En investigaciones anteriores llamó más la atención el Preclásico, es decir, las etapas más antiguas, y los últimos periodos fueron dejados de lado, de manera que hoy no se conoce cómo fue la organización y desarrollo de Izapa durante el Clásico y Posclásico.


En este sentido, en la temporada 2020, prevista para noviembre, el equipo empezará abordar el estudio de las unidades habitacionales vinculadas al Grupo F, a través de exploraciones arqueológicas.


Uriarte Torres señala que es fundamental estudiar esas estructuras menores para entender el desarrollo del sitio en los dos periodos referidos, las características de sus relaciones, economía y la tradición cerámica.


Por ahora, continúan con el estudio para entender cómo replicar los procesos técnicos y concluir restauraciones que permitan mostrar a la gente cómo eran realmente los edificios en su época.


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