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Descubren nueva especie marina cavernícola en Cozumel


02 / 02 / 2020


Descubren nueva especie marina cavernícola, que vive en la cueva “El Aerolito”, en Cozumel, Quintana Roo, es la primera especie de ofiuro cavernícola endémica de México, y la tercera descrita en el mundo, señalan científicos del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICML) de la UNAM.

Es denominada Ophionereis commutabilis, llegó a la cueva “El Aerolito” hace cuatro mil millones de años, estiman los especialistas.


Se trata de un ofiuro, un grupo de animales marinos miembro de la familia de los equinodermos (ekhino: púa, y derma: piel), al que pertenecen también los erizos, las estrellas, los lirios y los pepinos de mar.


De las más de dos mil especies de ofiuroideas documentadas desde 2010, sólo dos viven en cuevas (en Estados Unidos y Japón), y ahora se suma la mexicana, que los universitarios llamaron Ophionereis commutabilis.


Francisco Alonso Solís Marín, titular de la Colección Nacional de Equinodermos “Dra. María Elena Caso Muñoz”, del ICML, y uno de los autores del hallazgo, expuso que tras años de investigación se cree que estas especies llegaron a la cueva hace al menos cuatro mil millones de años.


“Probablemente sus ancestros enviaron sus larvas a explorar la cueva, y una vez que entraron comenzaron a mutar y generar una nueva especie, que vive solamente dentro de la caverna. La especie más cercana vive afuera, en la zona de Mahahual”, la cual ya ha sido estudiada y se cuenta con los estudios que la identifican, pero no ha recibido aún nombre científico, detalla el experto.


Ophionereis commutabilis reside en un sistema con túneles inundados de agua dulce, cuya entrada es un cenote; está a 18 metros de profundidad y tiene oscuridad perpetua, por lo que los expertos creen que podría ser bioluminiscente (emitir luz propia), pero esto no se ha podido demostrar.


Como no llega la radiación solar, no hay fotosíntesis, de ahí que se desarrollan tapetes de bacterias que sirven de alimento a estos animales y a muchas especies más, describe Solís Marín.


Aunque el ejemplar fue colectado en 2006, junto con otros organismos, como parte de una expedición a cuevas, a 18 metros de profundidad, el hallazgo se dio a conocer hasta 2019 porque para documentar una nueva especie se requieren estudios de ADN nuclear, una técnica altamente especializada, explica.


Esta nueva especie está en peligro de extinción por las actividades humanas, específicamente por el turismo impulsado en la zona; a esto se suma que en la cueva hay poca disponibilidad de agua y cerca del sitio fue construido un campo de golf, como parte de un complejo hotelero.


Los ofiuros tienen un cuerpo pequeño y aplanado, formado por un disco redondo y cinco brazos delgados y largos que miden entre 18 y 20 centímetros, que lucen como serpientes.


Su papel en los océanos es sustancial, pues participan en la producción de oxígeno en los fondos marinos, modelan la textura del piso oceánico, reflejan la calidad del agua, además de ser parte de la dieta de otros organismos.


México cuenta con más de 800 especies de equinodermos, que representan aproximadamente 11 por ciento de la variedad que existe en el planeta.


En cuanto a la Colección Nacional de Equinodermos “Dra. María Elena Caso Muñoz”, surgida en 1939, Solís Marín indicó que tiene más de 112 mil ejemplares, entre estrellas, ofiuros, pepinos, lirios y erizos de mar.

En la colección también se resguardan ejemplares de Copidaster cavernicola, considerada la primera estrella de mar cavernícola, que fue presentada por el equipo de Solís Marín, en 2010.


“Los equinodermos son importantes por ser fuente alimenticia, como los pepinos de mar y erizos; mientras que en la industria farmacéutica son objeto de estudio por poseer principios activos capaces de inhibir el crecimiento de células cancerosas”, subraya.


De igual manera, se ha comprobado la eficiencia de algunas especies de pepinos de mar en la disolución y reciclaje de carbonato de calcio, siendo importantes en la reducción del impacto en los arrecifes por el proceso de acidificación de los océanos, concluye.







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