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Son más los priístas corruptos




En el 2005, Arturo Montiel, el padre de la criatura que despacha en Los Pinos, quien había concluido su mandato como gobernador del Estado de México, recorría el país, gastaba cantidades millonarias en busca de la candidatura de su partido para las elecciones presidenciales del 2006, pero se llevó la sorpresa de su vida, cuando desde su mismo partido salieron las filtraciones sobre los negocios de sus hijos al amparo del gobernador mexiquense. Se bajó de inmediato de la contienda interna.


Hoy el presidente en turno del PRI, Enrique Ochoa Reza inicia su gestión al frente de la dirigencia nacional del tricolor montado en un discurso en contra de la corrupción, pero no se ha dado cuenta que son más los gobernadores y ex gobernadores, miembros de su partido, los señalados por sus corruptelas en sus respectivas administraciones.


Ochoa Reza le ha bajado al discurso anticorrupción para lanzar sus dardos en contra de Andrés Manuel López Obrador, quien ni suda ni se acongoja ante los retos de quien dejó temblando a la Comisión Federal de Electricidad. Si acaso se refiere al asunto de Javier Duarte de Ochoa, el ex mandatario de Veracruz, prófugo de la justicia que rebasó todo lo imaginable en materia de corruptelas.


Pero mientras en el PAN se tiene como la carta más visible en materia de corrupción, al ex gobernador de Sonora, Guillermo Padrés, en el PRI, no cantaron mal las rancheras ex gobernadores, como: Rodrigo Medina, (Nuevo León) César Duarte, (Chihuahua) Jorge Herrera, (Durango), Carlos Lozano de la Torre, (Aguascalientes), Egidio Torre Cantú, (Tamaulipas) y Roberto Borge, (Quintana Roo) por mencionar a los más ratas.


Y si echamos un vistazo al pasado, ahí están los casos del mismo Montiel, (estado de México) de Tomás Yarrington Ruvalcaba, (Tamaulipas) de Andrés Granier Melo, (Tabasco), de Jesús Aguilar Padilla, (Sinaloa) de Humberto Moreira Valdés, (Coahuila) de Fidel Herrera Beltrán, (Veracruz) todos salieron con calificación de diez en materia de saqueo.


También en el PRD tienen lo suyo, son los casos de Marcelo Ebrard, (ex DF), Ángel Aguirre Rivero, (Guerrero) y los impresentables Graco Ramírez y Silvano Aureoles Conejo, los primeros con serios desvíos de recursos públicos y los segundos, ejerciendo un mandato en el que las corruptelas están a la orden del día.


¿Quién tiene más? Indiscutiblemente que el PRI, en donde hay casos no sólo de desvío de recursos públicos, sino que hasta de relaciones con la delincuencia organizada, ni cómo ayudarlos.



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Algo distinguió a los gobiernos de Fidel Herrera y Javier Duarte en Veracruz, en la llamada docena trágica para los veracruzanos, que en los dos casos, las esposas jugaron un papel importante en la asignación de los grandes contratos, en donde tronaron los chicharrones de Rosita Borunda y Karime Macías… El estado de Guerrero es el ejemplo más claro del fracaso de las estrategias implementadas de la Secretaría de Gobernación para frenar la violencia que impera en esa entidad y que el pasado fin de semana dejó casi 30 muertos. Estrategias diseñadas por el equipo de Miguel Ángel Osorio Chong que tampoco han funcionado en Veracruz, Tamaulipas, Guanajuato, Sinaloa, Zacatecas, Morelos, Coahuila y ahora en Chihuahua. Por eso extraña que el hidalguense aparezca en las encuestas como el priísta mejor posicionado dentro de los posibles aspirantes a la candidatura de su partido para el 2018.

circuitocerrado@hotmail.com


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